Poesía
- Cata Basilio
- 25 jul 2022
- 4 Min. de lectura

9 de Julio y Av. Corrientes
Surfeando en fotosíntesis olas de libertad sin prisa sumando ratitos de estabilidad podría haberme recibido de equilibrista y tener un título que colgar. Una vez trepé el obelisco con los ojos vendados nadie me creyó hasta que vieron mi cara en la portada de la revista más famosa de Buenos Aires. Acá todos los días es Halloween y me disfrazo de naturaleza porque no me gusta casi nada de lo que hace la gente en las calles.
Calle Defensa (Mercado de San Telmo)
Me llevó una tortilla y dos vermú darme cuenta de que eras para siempre y eso que no creo en el amor para toda la vida.
¿Almagro o Villa Crespo?
Estamos enamorados de la mentira, drogados en sustancias cargadas de oxígeno y hollín El de la calle, ¿Cómo se llama? Moho, estamos sumidos en moho y seguimos mintiendo con un buen día mi amor. Vos ya no me amas y yo tampoco. La cofradía de lxs que sentimos placer en el asco.
Santos Dumont 3475 Mi casa se vuelve planeta cada vez que la habito y la siento tierra. Es mi templo, una burbuja, es el cielo en carnaval. Es un pedacito de nube que me da aire, me incita a volar, y me deja soñar. Es tardecita naranja, entre verde, plantas y cuadros. Es también libertad. Es sol y espejos, para verse una y aceptarse y quererse y querer al otro, si se puede. Mi casa es feliz cuando yo estoy feliz. Ojalá encuentres tu templo, ojalá habites tu casa. Ojalá eches raíces donde el crecimiento es asegurado si te lo permitís.
¿Por qué escapamos de lo que nos resulta extraordinario?
Yo solo quería huir de tu laberinto de lunares esquivar todos los semáforos no volverte piel. Para no recordarte en cada rincón de la ciudad y no aceptar quizás que sos esa canción pegadiza e insoportable que escucharía toda la noche. Ya me sé el estribillo de memoria siempre la misma melodía y aún así tu laberinto sin salida, la ciudad a tus pies.
A mi yo de los 70
A la vejez la devalúan los propios viejos me dijo una vez mi Tía Abuela Tere y desde ahí nunca más tuve miedo de ser vieja. Seremos entonces, eternas jóvenes pisando décadas, con el mismo fuego adentro para quemarlo todo.
En el jardín de las miniaturas
Ayer conocí el jardín de las miniaturas. Fuera de foco, un desfile de cisnes junto con colillas de cigarrillos, de taxis que cubren jornadas de 8 horas donde el plátano respira mejor. La frontera natural me llevó a pensar que estaba corrida del mapa, y me sentí en perfecto mutualismo con la rutina y el qué dirán. Eso me duele como cualquier colilla, botella o pedazo de plástico que posa sobre el jardín de las miniaturas, todas chiquitas frágiles, como mi dedo pulgar. No quiero pedirle mucho al mundo, porque todavía no estoy segura de cuánto pueda darle yo. El vaso me duele, la respuesta de mi mamá me duele, la correa ajustada del cachorro que pasó entre mis piernas me duele. La hiedra, si fuera realmente venenosa, ¿pondría fin a la mano que escupe su vaso sin lugar a la potestad?
El vaso se queda, la hiedra se queda
todo crece, como yo.
Me voy pa Nueva York
Me voy pa Nueva York a sacarle fotos a recorrer las calles descalza y con expectativas cual Marlon Brando pero sin su facha. Me voy a la 5ta Avenida y la 75 a buscar los cafés que stalkean los turistas en los que alguna vez caí solo que me lo dijo un Willimburgiano en secreto y me lo tomé como si fuera oriunda de ese rincón debajo del puente. Me voy a cruzarlo de día y de noche ida y vuelta en caminata y bicicleta. Para conocerlo con los ojos cerrados con frío y con calor de canaleta. Me voy pa Nueva York a enamorarme de un vecinx leyendo en las escaleras del edificio que aparece en las películas de mi niñez en VHS o en los posters que se pegaban atrás de la puerta con cinta scotch. Que me pegue el viento frío en la cara, del seco que te deja quieta. Marchita está la idea que nunca iba a llegar esa que a Marlon quiso bajar. Me siento un poco como él que ganas de haber sido esa Blanche del Stanley de Brando y haberle chupado la cara y otras partes del cuerpo también. - 59 -
Así podría tragar saliva con orgullo cuando la incertidumbre se me convierta en miedo de caer de la corona de la estatua de la libertad o de la que hay en casa que hoy cumple 85 años y está más linda que ayer. Esa se va pa Liberty Island a hacerle un piquete al Bartholdi que no la vió crecer. Puro fetichismo la del Río Hudson la del jardín de casa suele protestar en busca de su libertad y yo no la habré jamás de callar. Pues ahí quedarán fijas, para ver lo que nunca podrán tocar lo que nunca podrán sentir. Yo me voy pa arriba, bien al Norte aterrizaje a punto de comenzar. Se me escapan un par de lágrimas porque extraño, lo que alguna vez fue mi casa con las llaves que entregué y el sillón que vendí online. Que fiesta la incertidumbre, un 50-50, a que esto salga bien o mal. Nunca me dí bien en las apuestas más vale tomar el metro y cruzar el Hudson y a la experta original de los ideales liberales, preguntar.
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